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Enséñame señor tus mandamientos


La misión del discípulo esta muy clara

San Bruno

Job 42, 1-3. 5-6. 12-16: “Ahora te han visto ya mis ojos, por eso me retracto”

Salmo 118: “Enséñame, Señor, tus mandamientos”

San Lucas 10, 17-24: “Alégrense de que sus nombres estés escritos en el cielo”



¡Qué alegría expresan los discípulos al retorno de su misión! Atrás han quedado los momentos de inseguridad y hasta de coraje porque no los aceptaban. Sorprende su admiración porque “hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Y las mismas palabras de Jesús hacen un recuento de los prodigios realizados. ¿Tendrán validez estas palabras para nuestros días? No esperemos andar haciendo exorcismos o expulsar demonios de gente poseída.


La misión del discípulo esta muy clara: crear una vida verdaderamente humana para todos los hombres, construir un mundo nuevo. Claro que para esto se requiere quitar toda esclavitud a que se someta a la humanidad. Los demonios del poder y de la ambición siguen sometiendo a los más pequeños y débiles y es necesario denunciar con fuerza y sin temores todas estas esclavitudes. Pero no basta la denuncia, hay que expulsar de nuestras estructuras todas estas esclavitudes malignas que a diario nos aprisionan.


Hay que hacer caer a Satanás bajo cualquier forma que se nos presente por más atractiva y prometedora que pueda ser. Debemos luchar contra los demonios de la discriminación, de la violencia y de la injusticia. Y el único camino es el que nos presenta Jesús reconociendo que se puede construir sólo asumiendo la sabiduría de los pequeños, la grandeza de los sencillos y el poder de los humildes. Claro que es trastocar todas las estructuras injustas que someten a nuestros pueblos y naciones, pero mientras sigan rigiendo las leyes del dinero y del poder, seguiremos sometidos al poder del maligno. Gracias, Padre, porque en este mundo de injusticias, sigues suscitando hombres y mujeres de corazón grande, capaces de dar sin esperar recompensa.


Gracias, Padre, porque hay muchas personas generosas que abren sus manos para levantar al necesitado.


Gracias, Padre, porque hay discípulos de Jesús que entienden que se puede construir un mundo nuevo donde reine el amor, el servicio y la paz.

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