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¿Qué quieres que haga por ti?


La seguridad del amor de Dios que se hace presente en nuestro mundo Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5: “Recuerda de dónde has caído y arrepiéntete”

Salmo 1: “El Señor protege al justo”

San Lucas 18, 35-43: “¿Qué quieres que haga por ti?


Estos días estaremos leyendo como primera lectura en nuestras Eucaristías el libro del Apocalipsis. A muchos les causa terror su solo nombre, pero es un libro escrito en medio del dolor, de la opresión y con la finalidad de dar esperanza a las primeras comunidades fuertemente perseguidas.


No es un libro para dar consuelos o apapachos, sino un libro que cuestiona a las comunidades, que les exige fidelidad, pero que les anima y conforta en la certeza de que Cristo está presente en medio de sus luchas y que los sostiene en sus batallas. Hoy hemos iniciado estas lecturas y yo invito a cada uno de ustedes a que estos días, también días de inseguridad, de terror y de desconfianzas, leamos estos textos pero sobre todo descubriendo la presencia de Cristo vencedor.


A muchos les preocupa las imágenes terribles de la bestia o los famosos jinetes de destrucción que castigan a la tierra. Pero son mucho más frecuentes las imágenes de Jesús y sus títulos que animan y fortalecen a la comunidad. Por ejemplo en el pasaje de este día, después de la introducción para manifestarnos la importancia de estas revelaciones, comienza deseando gracia y paz a las siete comunidades de la provincia de Asia de parte de “El que es, El que era y El que ha de venir” y añade un símbolo: “El que tiene las siete estrellas en su mano derecha y camina entre los siete candelabros de oro”.


Es decir su saludo y sus deseos están fincados en la seguridad del amor de Dios que se hace presente en nuestro mundo y en cuyas manos está nuestro futuro. Nuestra vida diaria se desarrolla delante de los ojos de Dios. Y comienza hoy con el mensaje a una de las ciudades, Éfeso, con alabanzas y reconocimientos por los esfuerzos, por la paciencia y la fidelidad. Le reconoce la coherencia que le lleve a no soportar a quienes deforman o manipulan el evangelio. Ojalá también nosotros fuéramos dignos de estos elogios. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas, le recrimina fuertemente que “no tienes el mismo amor que al principio”.


¿A cuántos de nosotros no nos diría lo mismo? ¿Nuestro amor se ha tornado rutinario, tibio y sin compromisos? Igual que aquella famosa ciudad de Éfeso, hoy también nosotros recojámonos, meditemos y hagamos nuestro este mensaje.

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