Aborto y mortalidad materna
Espero con estas breves reflexiones aportar verdades científicas a las mentes abiertas a la razón, fundamentos éticos a los que luchan por la vida priorizando a los más débiles, visión holística a los que sienten el dolor de la pobreza y su impacto social. Pero como ustedes saben los fundamentos científico-técnicos difícilmente modifiquen la forma de pensar de los fanáticos ni la de los que se mueven por intereses meramente políticos u económicos, a pesar de lo cual intentaré que revisen críticamente sus posiciones dentro del marco del debate impulsado por el gobierno nacional.
Abordemos el problema del aborto y la mortalidad materna en cuatro dimensiones: Biológica, Bioética, y Política Demográfica.
Desde la biología:
No hay duda que el huevo o cigoto recién fecundado es un ser viviente. Los filósofos y juristas podrán debatir si se lo denomina persona pero yo quiero resaltar que se trata de un ser viviente que por sus características genéticas y desarrollo embrionario es un……ser humano. Si… es un ser humano en desarrollo. Tenemos que cambiar el eje del debate, no se trata de ponernos de acuerdo sobre el concepto de persona, hablemos de ser humano y nos quedara claro que ese ser viviente, débil, frágil, al que queremos eliminar es un ser humano .…. un ser humano con los derechos que le corresponden.
La genética establece claramente que el óvulo recién fecundado tiene la misma secuencia de ADN que tendrá ese ser humano adulto, que a su vez no es la misma que tiene la madre. El embrión entonces no es un órgano de la madre (como el hígado, el pulmón o el riñón), aunque dependa de ella para alimentarse, es biológicamente un ser distinto de sus padres, singular y único, con una vida tan respetable e inviolable como la de cualquiera de nosotros. Ese ADN y sus secuencias –aun con posibles variaciones– se mantendrán al nacer y durante toda su vida
Sobre estas afirmaciones hay poco margen de debate, basta con recorrer publicaciones y textos de embriología y genética humana.
Desde la bioética:
La defensa de la vida debe extenderse desde la fecundación hasta la muerte natural. El desarrollo embrionario y el nacimiento no establecen una diferencia que trace una línea clara entre un ser humano desarrollado y no desarrollado. La finalidad del genoma del embrión es alcanzar el desarrollo del individuo adulto comenzando desde el momento de la fecundación y extendiéndose este proceso durante toda la vida.
Algunos se atreven a afirmar que existe un punto en la vida en que se alcanza el desarrollo para justificar el aborto. Con este mismo razonamiento ¿esta un recién nacido desarrollado?... si aún no sabe caminar ni leer ni hablar. ¿Podemos incluir a los discapacitados aplicando esta lógica ilógica ya que no han desarrollado algunas de sus funciones?
Provoca temor pensar en ciertas teorías que invitan a eliminar a los más débiles, justamente por no estar plenamente “desarrollados”, o por no ser plenamente conscientes o plenamente productivos. ¿Son menos persona humana por eso?
¿Tienen derecho las sociedades y los pueblos más fuertes a destruir o someter a los menos desarrollados? Las organizaciones de derechos humanos y la justicia, que siempre protegieron a los más frágiles, deben entender lo que estamos defendiendo. Recordemos que “los pueblos se diferencian según la actitud que asumen frente a las personas más débiles”
Desde las políticas demográficas:
En las Cumbres Mundiales sobre población se intenta permanentemente fomentar el aborto (¿pretenden reivindicar a Malthus?) Este interés de los grupos de poder no es filantrópico ni inofensivo. Ellos promueven que haya menos gente, para preservar los recursos no renovables del planeta. De otra manera, si crece la población mundial, no podrá sostenerse el altísimo nivel de consumo que estos grupos mantienen. Este dato no puede ser ingenuamente ignorado.
A modo de conclusión:
Defender la vida no es una cuestión religiosa, científica, política, filosófica ni de militancia. Es una cuestión de derechos humanos básica. Nacer es el primer derecho de toda persona humana.