El papa Francisco y las células madre
El Portavoz desmintió en enero que el Santo Padre se hay pronunciado estimulando investigaciones con células madre humanas para experiencias biomédicas
El pasado 25 de enero, en la revista de divulgación científica «Scientific American», se publicaba una amplia entrevista con Juan Carlos Izpisua, cualificado investigador en el área de la biología celular, firmada por Christine Gorman, con el título «Tissue Mash- A», Up: a Q&A. En ella el investigador expone algunas de sus experiencias con células madre, haciendo especial referencia a su trabajo sobre la producción de «quimeras humano-animales», publicado en la prestigiosa revista Nature, el pasado 21 de mayo de 2015, en el que describe la producción de órganos humanos en embriones animales, en este caso ratones, tras transferirles células madre embrionarias humanas modificadas para que desarrollen características moleculares y funcionales especiales, que puedan facilitar su inserción y posterior actividad en el embrión que las recibe, a las que denomina «células rsPSC», acrónimo de su nombre en inglés.
En dicha entrevista, Izpisua afirma que el papa Francisco apoya sus investigaciones con células madre humanas «pues éstas no presentan problemas éticos ya que están dirigidas a ayudar a la humanidad». Este presunto apoyo del Papa al uso de las células madre humanas para experiencias biomédicas, ha suscitado una viva polémica, pues es de sobra conocido que en muchos de los experimentos de Izpisua, y concretamente en los que en su artículo de Nature lleva a cabo, utiliza células madre embrionarias humanas, cuyo uso carece de la mínima base ética, pues para obtener dichas células hay que inevitablemente destruir embriones humanos.
No voy a entrar aquí en si el beneplácito para trabajar con dichas células fue concedido o no por el Pontífice, cosa que personalmente dudo, sobre todo después de lo manifestado por el portavoz vaticano Federico Lombardi, quien preguntado sobre ello por el medio italiano, “Il Sismografo”, en un artículo publicado con fecha 28 de enero de 2016, manifestaba que «es absolutamente infundado que el papa Francisco se hay pronunciado estimulando este tipo de investigaciones», lo que creo que zanja la polémica sobre lo que el papa Francisco opina acerca del uso de células madre embrionarias humanas para investigaciones biomédicas. Pero el artículo de “Scientific American” nos da pie para reflexionar sobre la eticidad de producir órganos humanos en animales.
Por todos es conocido que los órganos humanos para trasplantes escasean, por lo que encontrar una solución para ello es un problema médico importante. Entre las soluciones que se proponen es crear quimeras humano-animales, en las que se puedan desarrollar órganos cuasi-humanos, que puedan ser después utilizados para trasplantes. Solución que en un principio parece muy razonable. Sin embargo, la misma conlleva importantes dificultades éticas, que paso sucintamente a analizar.
La primera, como ya se ha comentado, es que para la creación de dichos órganos se parte del uso de células madre embrionarias humanas. Hasta ahora, solamente se ha publicado un artículo, el de la revista Nature anteriormente referido, en el que se haya descrito dichas experiencias, y en él especialmente se indica que las células utilizadas son embrionarias humanas las que se transfieren a embriones de ratas. Posteriormente afirman los investigadores que se intentará hacerlo en embriones de mamíferos superiores, especialmente cerdos.
Pero al margen de dicha polémica, estos trabajos en sí mismos merecen un brevísimo comentario. Desde un punto de vista biomédico, el utilizar células madre embrionarias humanas implica: a) que los órganos producidos puedan sufrir rechazo inmunológico al ser trasplantados; b) que por ser las células madre embrionarias tan indiferenciadas, puedan desarrollar tumores en los órganos producidos y c) que el pasar de utilizar ratones a cerdos implica complicaciones biomédicas por ahora desconocidas.
Pero sin duda, lo principal son las dificultades éticas derivadas del uso de células madre embrionarias humanas. Para tratar de solucionar este problema, Izpisua y su grupo afirman que quieren en un futuro usar células somáticas humanas reprogramadas, las células iPS. En teoría, estas células se podrían obtener del propio paciente que requiere el trasplante de un órgano, lo que obviaría los problemas inmunológicos, a la vez que por ser menos indiferenciadas, se reduciría el riesgo de padecer tumores. Pero además, al no requerir el uso de células madre embrionarias humanas, las dificultades éticas que su uso comporta, desaparecerían. Todo ventajas.
Sin embargo, no terminan aquí las dificultades médicas y éticas, pues experiencias recientes con células iPS han demostrado que en el proceso de reprogramación celular se pueden producir alteraciones genómicas, por el momento no bien controladas. Ello ha hecho que el primer ensayo clínico iniciado con células iPS para tratar una enfermedad ocular, la degeneración macular asociada a la edad, haya sido suspendido. Es decir, que por el momento tampoco se puede dar por sentado la inequívoca utilidad de las células iPS para la producción de los deseados órganos en quimeras humano-animales.
Todo lo anterior mantiene en entredicho el uso de células madre embrionarias humanas para la producción de órganos animales desde un punto de vista biológico.
Pero aún van más allá las dificultades éticas de la producción de órganos cuasi- humanos en animales. Es sabido que las células humanas trasplantadas a los embriones animales pueden colonizar gran parte de sus órganos, entre ellos el cerebro y los órganos germinales. Es decir, se podría desarrollar un cerebro cuasi-humano en el animal o modificar su línea germinal, por lo que las modificaciones genéticas introducidas podrían transmitirse a los descendientes. Ambas posibilidades éticamente inadmisibles.
Ello ha condicionado que este tipo de experiencias hayan merecido un gran rechazo por parte de las autoridades sanitarias estadounidenses, hasta tal punto que, al propio Izpisúa, el Instituto de Salud Norteamericano, el NIH, le ha retirado las subvenciones, no exiguas, pues se le habían concedido 500 millones al año, durante cinco años. Y además de ello hace unos meses, los propios NIH, le enviaron una notificación personal para que, por el momento, cesara en su proyecto de crear órganos cuasi-humanos en animales. Creo que al margen de lo manifestado por el padre Lombardi, las circunstancias médicas y éticas aquí comentadas deben dar por zanjada una polémica que en ningún momento debería haberse iniciado.